Promoción Política de la Mujer del PAN condena el asesinato de Irma Hernández

Mientras el régimen desvía su atención para blindar a funcionarios como Adán Augusto López, las mujeres mexicanas siguen enfrentando solas el infierno cotidiano del crimen organizado. Irma Hernández Cruz, maestra jubilada y taxista en Álamo Temapache, Veracruz, fue secuestrada a plena luz del día. Una semana después, apareció asesinada.

Tenía 62 años. No era una criminal. No era una amenaza. Era una mujer trabajadora que se ganaba la vida conduciendo un taxi. Como miles de mexicanas, sobrevivía entre la precariedad y el miedo. El crimen organizado la extorsionaba. El Estado la ignoró.

La gobernadora Rocío Nahle respondió con incredulidad: "me parece extraño que no pidieron rescate". Lo que resulta realmente extraño es su indiferencia frente a un asesinato que exhibe la brutalidad de un país secuestrado por la impunidad.

Irma fue víctima del cobro de piso. Como miles de personas más en Veracruz, donde la extorsión no es una excepción, sino una regla impuesta por grupos como la Mafia Veracruzana.

Cifras del Observatorio Universitario de Violencias contra las Mujeres, que difunde información sobre la violencia machista en el estado de Veracruz, afirman que en lo que va del año, 30 mujeres han sido asesinadas en el estado. La mayoría sin justicia. El hallazgo del cuerpo de Irma en un rancho a más de 40 kilómetros de su lugar de trabajo no sólo es una tragedia: es una denuncia silenciosa del abandono a las mujeres mexicanas.

A decir de El País, siete millones de personas son víctimas de extorsión cada año en México. Menos del 0.2% lo denuncia. El miedo ha reemplazado a la ley. La respuesta institucional ha sido tardía, limitada y tibia.

Irma no debió morir sola. Ni morir así.
Exigimos justicia.
Exigimos protección real para quienes trabajan y viven con dignidad, no para quienes se refugian en el poder.
Exigimos un Estado que enfrente a los criminales, no que conviva con ellos.

Hoy lo repetimos con rabia y dolor: No llegamos todas.